Ese talento…

Aliento anhelante que por medio de tus

sentidos llegan como relámpagos

abrumando cada célula de mi ser,

tienes el talento que tanto me gusta y a

que viniera tanto esperé,

despojando cada reflejo de inquietud

que atisba en mi cuerpo.

 

Cuando te fuiste no podía creer que

algún día tu desazón era el mío y con

vientos fugaces de caricias irías a

borrar todo vestigio de soledad que

dejaste en mí y que iban marchitando la

esperanza de volverte a ver.
Quédate, no pronuncies más la palabra

adiós. Con cada despedida el alma me

desgarrabas, sintiendo en mi piel el frío

y pesado acero de la ausencia, de la

ausencia de tus abrazos, de tus besos y

de tu mirada.
Esos ojos son puro oxígeno para mis

venas, el sostén de mi esqueleto y la

chispa que me hace sentir la vida.

Esos ojos que cuando se fijan en los

míos me llevan al frenesí más

hechizante y vibrante, esos ojos que me

llevan a rozar la locura de tanto amor

que hasta abruma mi alma.
No te vayas más sin haberme prometido

un regreso, cada silencio, cada palabra

sin decir, cada mensaje sin recibir, es

un castigo que me sumerge en la

espesura del olvido.
Pero vuelves, eso lo sé, me necesitas

tanto como yo a ti.

De todas formas prométeme que vas a

volver, solo para tener en mis

pensamientos la esperanza de tu

aliento.

 

Ese aliento previo a la más absoluta

soledad. Y cuando por fin pueda

contemplar tu profunda y penetrante

mirada, suspirar de alivio y envolver tu

aliento en mi piel. Tienes ese talento, el

de hacerme enloquecer.